Respuesta a temas difíciles en la doctrina mormona, ilustraciones adicionales.

 RESPUESTA A TEMAS DIFÍCILES EN LA DOCTRINA MORMONA, ILUSTRACIONES ADICIONALES.

Por Robert L. Millet es profesor de la historia y doctrina de la Iglesia y ex decano de Educación Religiosa en BYU.

Robert L. Millet

Robert L. Millet

Comentamos antes que una de las maneras de conservar pura la doctrina es presentar el mensaje del evangelio de la manera en que los apóstoles y profetas los presentan hoy.
De igual manera, nuestras explicaciones de ciertas “doctrinas difíciles” o de doctrinas más profundas no deben ir más allá de lo que los profetas creen y enseñan en la actualidad.

Ilustraciones adicionales.

La primera ilustración, es un tema extremadamente sensible, que afecta y continuará afectando la cantidad y la calidad de los bautismos de conversos en la Iglesia. Me refiero al tema de los negros y el sacerdocio. Yo fui criado en la Iglesia, al igual que muchos lectores, y estaba al tanto de la restricción del sacerdocio. Desde que tengo memoria, la explicación del por qué a nuestros hermanos y hermanas negros se les negaban las bendiciones completas del sacerdocio (incluso los del templo) era alguna variante del tema de que ellos habían sido menos valientes en la vida premortal y por lo tanto vinieron a la tierra bajo una maldición; esa explicación ha sido perpetuada como doctrina durante la mayor parte de la historia de nuestra Iglesia. Me había aprendido de memoria el artículo de fe que declara que los hombres y las mujeres serán castigados por sus propios pecados y no por la transgresión de Adán (véase Artículos de Fe 1:2) y luego leí que “los pecados de los padres no pueden recaer sobre la cabeza de los niños” (Moisés 6:54), pero supuse que de alguna manera esos principios no se aplicaban a los negros.

En junio de 1978, todo cambió, no solo el tema de quién podría ser ordenado o no al sacerdocio sino también la naturaleza de la explicación del por qué se había puesto la restricción desde el principio. Al élder Dallin H. Oaks, durante una entrevista en 1988, se le preguntó: “Entre todas las doctrinas que la Iglesia ha expuesto o controversias en las que la Iglesia se haya visto envuelta, ésta [la restricción del sacerdocio] parece sobresalir. Los miembros de la Iglesia no han parecido tener mucho en qué basar su comprensión de este tema. ¿Podría usted explicar por qué fue así, y qué se puede aprender de ello?” Como respuesta, el élder Oaks declaró lo siguiente:

Si leen las escrituras con esta pregunta en la mente, “Por qué el Señor mandó esto o por qué mandó aquello”, encontrarán que en menos de uno de cada cien mandatos se ha dado alguna razón. Dar razones no es el modelo del Señor. Podemos ponerles razones a los mandamientos. Cuando lo hacemos estamos solos. Algunas personas pusieron razones al mandamiento del que estamos hablando aquí, y resultó que estuvieron totalmente equivocados. Hay una lección en eso. La lección que he aprendido de esto [es que] desde hace mucho tiempo decidí que tenía fe en el mandato y que no tenía fe en las razones que se habían sugerido para él.

Entonces surgió una pregunta de seguimiento: “¿Se está refiriendo a las razones que dieron aún las Autoridades Generales?” El élder Oaks contestó: “Seguro. Me refiero a las razones dadas por las Autoridades Generales y a las razones que otros elaboraron sobre esas razones. Todo el grupo de razones me parecía que era correr riesgos innecesarios […] No cometamos el mismo error que se ha hecho en el pasado, aquí y en otras áreas, de tratar de ponerle razones a la revelación. Ha resultado que las razones han sido, en gran parte, hechas por los hombres. Lo que sostenemos como la voluntad del Señor son las revelaciones, y es allí donde se encuentra la seguridad”.

En otras palabras, no sabemos realmente el por qué existió la restricción del sacerdocio. Cuando se nos pregunte “¿Por qué?”, la respuesta correcta es “No lo sé”. El sacerdocio estuvo restringido debido a “razones que creemos que son conocidas para Dios, pero que Él no las ha dado a conocer completamente al hombre”.

He llegado a comprender que esto es lo que quiso decir el élder McConkie en su discurso en el Sistema Educativo de la Iglesia en agosto de 1978 en el que nos aconsejó:

“Olviden todo lo que he dicho o lo que el presidente Brigham Young, el presidente George Q. Cannon o cualquier otro haya dicho en el pasado en oposición a la reciente revelación. Hablábamos con entendimiento limitado y sin la luz y el conocimiento que ahora ha sobrevenido al mundo. La verdad y la luz nos llegan línea sobre línea y precepto tras precepto. Acabamos de agregar una nueva corriente de inteligencia y luz sobre este tema en particular que acaba con toda la obscuridad y todas las opiniones y todos los pensamientos del pasado. Aquellos ya no importan más […] Es un nuevo día y un nuevo arreglo y ahora el Señor nos lo ha revelado con una nueva luz. Debemos olvidar cualquier rendija de luz o cualquier partícula de obscuridad del pasado.”

Me parece, por tanto, que nosotros como SUD tenemos dos problemas por resolver al hacer que el evangelio restaurado esté disponible más ampliamente para la gente de color:

Primero, necesitamos tener nuestros corazones y mentes purificados de todo orgullo y prejuicios.

Segundo, necesitamos eliminar todas las explicaciones anteriores para la restricción e indicar que aunque no sabemos por qué existió antes esa restricción, la plenitud de las bendiciones del evangelio restaurado está al alcance de todos los que se preparen para recibirlas.

El élder Russell M. Ballard observó que “no sabemos todas las razones por las que el Señor hace lo que hace. Necesitamos estar contentos porque algún día lo entenderemos por completo”.

Segunda ilustración. Cuando estoy ante un grupo de personas que no son de nuestra fe y abro la sesión para preguntas, siempre se me pregunta acerca de nuestra doctrina concerniente a Dios y la Deidad, en lo particular referente a las enseñanzas de José Smith y Lorenzo Snow.

Generalmente, no tengo dificultades para explicar nuestra creencia de que por medio de la Expiación el hombre puede llegar a ser como Dios, llegar a ser más como Cristo. En este tema, la Cristiandad Ortodoxa, un amplio segmento del mundo cristiano, aún cree en la deificación humana. La Biblia misma enseña que los hombres y las mujeres pueden llegar a ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4), “coherederos con Cristo” (Romanos 8:17), ganar “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16) y llegar a ser perfectos como nuestro Padre que está en el cielo es perfecto (véase Mateo 5:48). El apóstol Juan declaró: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Tal vez más importante, esta doctrina se enseña poderosamente en la revelación moderna (véase DyC 76:58; 132:19–20).

El tema más difícil para otros cristianos es la doctrina acompañante que se presentó en los funerales de King Follett y la copla de Lorenzo Snow, a saber, que Dios una vez fue hombre.

Las escrituras SUD declaran inequívocamente que Dios es un hombre, un Hombre de Santidad (véase Moisés 6:57) que tiene un cuerpo de carne y huesos (véase DyC 130:22). Claramente, estos conceptos son parte de la restauración doctrinal.

Enseñamos que el hombre no es de un orden menor o de una especie diferente a la de Dios. Esto, por supuesto, hace que nuestros amigos cristianos se pongan extremadamente nerviosos (si no enojados), porque les parece que estamos rebajando a Dios en el esquema de las cosas y, por lo tanto, que tratamos de tender un puente sobre el abismo entre Creador y creación.

Me supongo que todo lo que podemos decir en respuesta es que sabemos lo que sabemos cómo resultado de la revelación moderna y que, desde nuestra perspectiva, la distancia entre Dios y el hombre es tremenda, casi infinita. Nuestro Padre Celestial en realidad es omnipotente, omnisciente y, por el poder del Espíritu Santo, omnipresente. Él es un ser resucitado, glorificado, exaltado, “el gobernador supremo y ser independiente en quién reside toda plenitud y la perfección […] en él todo buen don y todo buen principio existe […] él es el padre de toda luz; en él el principio de la fe reside independientemente, y él es el objeto sobre quien se centra la fe de todos los demás seres racionales y responsables para obtener vida y salvación”.

La revelación moderna confirma que el Todopoderoso se sienta en su trono “con gloria, honra, poder, majestad, fuerza, dominio, verdad, justicia, juicio, misericordia y un sin fin de plenitud” (DyC 109:77).

¿Qué sabemos más allá del hecho de que Dios es un hombre exaltado? ¿Qué sabemos acerca de Su vida mortal? ¿Qué sabemos del tiempo antes de que Él llegara a ser Dios? ¡Nada!

En realidad no sabemos más de lo que declaró el Profeta José Smith y eso es poco. El conocimiento concerniente a la vida de Dios antes de la Deidad no se encuentra en los libros canónicos, ni en las declaraciones o proclamaciones oficiales, ni en los manuales actuales, ni en los materiales de estudio ni son declaraciones doctrinales en los temas que se predican en la conferencia general hoy en día. Este tema no es lo que llamaríamos una doctrina fundamental y salvadora, una de las que deben ser creídas (o comprendidas) a fin de obtener una recomendación para el templo o para estar en buena posición en la Iglesia.

Esta última ilustración resalta un punto importante: una enseñanza puede ser verdadera y aun así no ser parte de lo que hoy se enseña y se enfatiza en la Iglesia. Que sea o no verdad, puede, en realidad, ser irrelevante, si las Autoridades Generales no la enseñan hoy en día o no se enseña directamente en los libros canónicos o no se encuentra en los materiales aprobados.

Tomemos otra pregunta: “¿Fue casado Jesús?” Las escrituras no nos dan una respuesta. El Presidente Charles W. Penrose declaró: “No sabemos nada acerca de que Jesús se haya casado; la Iglesia no tiene una declaración autorizada sobre el tema”.

Así que si se casó o no, no es parte de la doctrina de la Iglesia. Nos haría bien aplicar la siguiente lección del Presidente Harold B. Lee: “Con respecto a doctrinas y significados de las escrituras, permítanme darles un consejo seguro. Usualmente no está bien usar un solo pasaje de las escrituras [o un solo sermón, agregaría yo], como prueba de un punto de doctrina a menos que esté confirmado por la revelación moderna o por el Libro de Mormón […] Señalar un pasaje de escritura para probar un punto, a menos que sea confirmado [así] […] casi siempre es algo peligroso”.

Conclusión

En un sentido muy real, nosotros los SUD estamos mimados. Se nos ha dado tanto, hemos tenido tanto conocimiento que ha venido del cielo relativo a la naturaleza de Dios, Cristo, el hombre, el plan de salvación y del propósito total de la vida aquí y la gloria que se tendrá en la siguiente vida que somos dados a esperar tener las respuestas a todas las preguntas de la vida.

El élder Neal A. Maxwell destacó que:

“El regocijo de ser discípulo excede a sus cargas. De ahí que, mientras estemos atravesando nuestro Sinaí, nos nutrimos en los oasis abundantes de la Restauración. En esos oasis, algunas de nuestras primeras impresiones son más pueriles que duraderas […] no es de sorprender que, en medio de nuestra gratitud, algunos confundamos un árbol determinado con todo el oasis o un manantial particular de doctrina con toda el agua viva de la Restauración. Quizás en nuestro entusiasmo inicial haya habido incluso algunas exageraciones involuntarias. Hemos visto mucho y participado de mucho, de ahí que no podamos ‘expresar ni la más mínima parte de lo que [sentimos]’” (Alma 26:16).33

Tenemos mucho, estamos seguros, pero en realidad hay “muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios” aún por surgir (Artículos de Fe 1:9). El Señor le declaró a José Smith en Nauvoo: “porque me propongo revelar a mi iglesia cosas que han estado escondidas desde antes de la fundación del mundo, cosas que pertenecen a la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (DyC 124:41; compárese con 121:26; 128:18).

Y como observó el élder Oaks, se nos han dado muchos de los mandatos, pero no todas las razones del por qué, muchas de las instrucciones pero no todas las explicaciones.

Regularmente digo en mis clases que es tan importante que sepamos lo que no sabemos cómo saber lo que sí sabemos. Se enseña o se comenta o aún se discute sobre demasiadas cosas que caen en la esfera de lo no revelado y por lo tanto no resuelto. Tales temas, especialmente si no están dentro del alcance de la verdad revelada que enseñamos hoy en día, no edifican ni inspiran. Con frecuencia, con demasiada frecuencia, llevan a la confusión y siembran la discordia.

Esto no quiere decir de ninguna manera que no debamos procurar estudiar y crecer y expandir nuestro entendimiento del evangelio. Pedro explicó que es necesario que haya una razón de la esperanza que hay en nosotros (véase 1 Pedro 3:15). Nuestro conocimiento debe ser tan tranquilizante para la mente como calmante para el corazón. El élder Maxwell enseñó que algunos “miembros de la Iglesia conocen las doctrinas del evangelio apenas lo suficiente para hablar de ellas superficialmente, pero su escaso conocimiento sobre las doctrinas más profundas es inadecuado para un discipulado profundo (véase 1 Corintios 2:10). De allí que, sin información acerca de las doctrinas profundas, no hacen cambios profundos en sus vidas”.

El Presidente Hugh B. Brown una vez comentó: “Me impresiono con el testimonio de un hombre que se pone de pie y dice que él sabe que el evangelio es verdadero. Lo que me gustaría preguntarle es: ‘Hermano, ¿conoce usted el evangelio?’ […] Un mero testimonio se puede obtener con un conocimiento superficial de la Iglesia y sus enseñanzas […] Pero conservar un testimonio que sea de utilidad en la edificación del reino del Señor requiere un estudio serio del evangelio y saber en qué consiste”.

En otra ocasión, el Presidente Brown enseñó que se nos requiere “defender solamente las doctrinas de la Iglesia que se encuentran en los cuatro libros canónicos […] Algo más allá de eso, dicho por cualquiera, es solamente su propia opinión y no es escritura […] La única forma que conozco por la cual las enseñanzas de alguna persona o grupo pueden llegar a ser obligatorias para la Iglesia es que esas enseñanzas hayan sido revisadas por todos los hermanos, presentadas ante los consejos más altos de la iglesia y entonces aprobadas por toda la membresía de la Iglesia”.

Otra vez, el asunto es de enfoque, de énfasis, de cómo decidimos usar el tiempo cuando enseñamos el evangelio tanto a los SUD como a los de otras creencias.

Existe una razón válida del por qué es difícil “amarrar” la doctrina SUD; esa razón se deriva de la naturaleza misma de la Restauración. El hecho de que Dios continúe hablando por medio de Sus siervos ungidos; el hecho de que Él, mediante esos siervos, siga revelando, explicando y aclarando lo que ya se había dado; y el hecho de que nuestro canon de escrituras esté abierto, sea flexible y siga creciendo; todas estas cosas están en contraposición de lo que muchos en el mundo cristiano llamarían una teología sistemática.

El declarar la doctrina sana y sólida, la doctrina que se encuentra en las escrituras y que enseñan con regularidad los líderes de la Iglesia, es lo que edifica la fe y fortalece el testimonio y la dedicación al Señor y Su reino.

El élder Neal A. Maxwell explicó que “las acciones importan al igual que las doctrinas, pero las doctrinas nos pueden llevar a realizar las acciones, y el Espíritu puede ayudarnos a entender las doctrinas así como impulsarnos a efectuar las acciones”.

Él también indicó que “cuando las piernas cansadas se tambalean y las incitaciones al lado del camino nos atraen, las doctrinas fundamentales sacarán de lo profundo dentro de nosotros una nueva determinación. Las verdades extraordinarias nos impulsan a logros extraordinarios”.

La enseñanza y la aplicación de la doctrina sana son grandes salvaguardas para nosotros en estos últimos días; nos protegen contra los dardos de fuego del maligno. El entender la doctrina verdadera y ser fiel a esa doctrina nos puede librar de la ignorancia, del error y del pecado. El apóstol Pablo le aconsejó a Timoteo: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido […] entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Timoteo 4:6, 13).

Fuente: http://rsc.byu.edu/blogspanish/?tag=robert-millet


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